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“Mi médico es un robot”: así será la medicina del futuro

El médico del futuro no tratará el cuerpo humano con medicamentos; más bien curará y prevendrá las enfermedades con la nutrición”.

Se trata de una predicción realizada por Thomas A. Edison, inventor del fonógrafo y la bombilla incandescente, recién estrenado el siglo XX.

Más de un siglo después sabemos que nunca un vaticino de este tipo se reveló tan equivocado como éste. Ahora bien: era imposible que el señor Edison lo supiese, evidentemente. Y sin duda su lógica no iba por mal camino, aunque precisamente en el momento en el que él hacía esta afirmación daba comienzo el siglo del triunfo del “medicamento para todo”; del sometimiento absoluto de la medicina a los intereses de la industria farmacéutica.

A modo de grotesca caricatura, podríamos decir que el complejo médico-industrial que continúa operando hoy día convierte a los estudiantes de Medicina en incansables máquinas repetidoras de listas de enfermedades y sus correspondientes medicamentos, como si los pacientes que pasan por la consulta fuesen en realidad meras piezas sobre la cinta de una cadena de montaje.

Medicados a un nivel inaudito

En la actualidad la población está acostumbrada a introducir píldoras, pastillas, comprimidos, jarabes y gotas, entre otras formulaciones, por casi cualquier agujero de su cuerpo (boca, nariz, ojos, orejas, ano…). Incluso, aunque en situaciones más específicas, no resulta extraño tomar ciertos medicamentos por vía intravenosa, o a través de sondas gástricas o urinarias si es preciso.

Es decir, que nunca el ser humano había absorbido con su pobre cuerpo tantos medicamentos como en la actualidad.

Pero es que además es lo que se busca: todavía hoy toda consulta médica debe acabar con una prescripción, y cuanto más completa mejor; ¡en muchos casos son los propios pacientes quienes así lo exigen!

A sus ojos, un “buen médico” es aquél que receta muchos medicamentos. ¡Pobre de aquél que rechace solicitar una analítica o una prueba, o que se niegue a prescribir un tratamiento porque estime que es a todas luces inútil e incluso peligroso! Es probable que muchos pacientes eviten a ese médico hasta el punto de que apenas queden enfermos en la sala de espera de su consulta.

Y, ¿qué hay de la tecnología?

Hoy en día todo está cambiando debido a los cambios tecnológicos que han propiciado los gigantes de la informática.

Gracias al nuevo estilo de vida “permanentemente conectado” que facilita el smartphone que llevamos en el bolsillo o en el bolso, todos nuestros datos biológicos pueden ser transmitidos en tiempo real a megaordenadores que centralizan los datos de miles de millones de personas.

A modo de curiosidad, sepa que he usado la palabra smartphone a propósito; hace tiempo que he dejado deliberadamente de llamarlo teléfono móvil, dado que la función de teléfono ha quedado relegado a un segundo -como mínimo- plano.

Como digo, esta tecnología ya permite que usted pueda seguir en tiempo real su temperatura, su presión arterial, su glucemia, sus pulsaciones, los impulsos eléctricos de sus nervios e incluso sus ondas cerebrales, analizando además su ADN y vigilando la proliferación anormal de cualquier virus, bacteria o células tumorales. En definitiva, que su smartphone podría ayudarle a detectar cualquier enfermedad en su estado más precoz.

¡Y también podría beneficiarle de un protocolo de tratamiento absolutamente personalizado antes de que le dé tiempo a asumir siquiera que está enfermo!

Quizá en un futuro terminen siendo drones los que le hagan llegar los medicamentos que necesite al punto exacto donde se encuentre. Gracias a un diagnóstico informático realizado por un algoritmo en base a coordenadas biológicas registradas por un teléfono, estos aparatos sabrán automáticamente que usted necesita “x” medicamentos y se los harán llegar de inmediato, ya que por supuesto sabrán dónde se encuentra en cada instante.

Puede que incluso algún día -poniéndonos todavía más tremendistas-, en vez de una abeja o cualquier otro mosquito, los que terminen picándole sean los propios drones, para luego poder ayudarle enviándole las medicinas que necesita…

Seguimiento remoto de “médicos-robots”

Todo hombre sano es un enfermo que no se conoce a sí mismo”. Se trata de una conocida frase del célebre fisiólogo Claude Bernard recuperada por el Dr. Knock, de la famosa obra teatral El triunfo de la medicina, de Jules Romains.

Aquella obra, escrita en 1923 y que narra la historia de una población que termina completamente obsesionada no ya por no estar enferma, sino por estar sana, es vista como una crítica de referencia contra los enfermos que siguen órdenes médicas sin criterio alguno.

Pues bien, tal y como se presenta el futuro, creo que no tardaremos en alcanzar ese horizonte en el que todos seremos bien enfermos, bien potenciales enfermos, pero en definitiva merecedores de un seguimiento completo realizado a distancia por un “médico-robot” que vigilará nuestra salud de forma tan pormenorizada y continua como se hace en la UCI de un hospital.

Los enfermos de cáncer, los diabéticos, los hipertensos y los enfermos cardíacos no tendrán nada de qué preocuparse… ¡su smartphone se encargará de todo!

Fantásticos avances

Por supuesto que estoy exagerando. Sin embargo, es evidente que el conocimiento del cuerpo humano va a mejorar con todos estos nuevos sistemas, y que esto supondrá fantásticos avances.

Acumulando datos acerca de la forma en que viven, comen y se mueven miles de millones de personas durante décadas, y comparándolos con los del desarrollo de diferentes enfermedades, la investigación científica hará por fuerza descubrimientos muy reveladores y de gran utilidad para el futuro de la humanidad.

De hecho, ya en la actualidad podemos disfrutar de algunos de los espectaculares progresos de la robótica en materia de salud. Órganos artificiales, retinas, manos… ¡infinidad de tejidos artificiales son capaces de reproducir a la perfección las funciones de sus originales!

Personas amputadas o con algún tipo de incapacidad pueden valerse ya hoy día de brazos artificiales, por ejemplo, con capacidad para moverse a través de órdenes dadas por la propia mente. (1)

Y, sin embargo, a pesar de todas estas noticias fantásticas, algunas personas se asustan cada vez más por este tipo de progresos.

¿Por qué nos da miedo la inteligencia artificial (IA)?

Los propios Bill Gates, fundador de Microsoft, y Elon Musk, cofundador de PayPal y de la firma de coches eléctricos Tesla, entre otros expertos en nuevas tecnologías, realizan predicciones de lo más sombrías.

Para ellos, los avances de la informática y la robótica representan el más grave peligro que jamás ha amenazado a la humanidad.

Y es verdad que en el camino nos cruzamos con ideas tan peregrinas como sorprendentes, incluso un poco “frankensteinianas”, como por ejemplo la del médico italiano Sergio Canavero, obsesionado con los trasplantes de cabeza. (2)

Pero las predicciones de Bill Gates son todavía más inquietantes.

Él cree que directamente llegará un día en que los robots, que terminarán siendo más inteligentes que nosotros, dejarán de necesitarnos, por lo que nos eliminarán. Tal y como sucedía en la película de ciencia ficción Matrix.

El ser humano, aniquilado

Vaya por delante que tengo en mucha consideración a todos estos emprendedores que han creado desde Microsoft a Google, pasando por Facebook, Twitter y un sinfín de compañías más.

Sin embargo, creo que no está de más recordar una cosa: no porque todos hayan llegado a ser multimillonarios a los 30 años son necesariamente genios o profetas.

La mayoría de ellos ha tenido sobre todo mucha suerte.

Y continúo.

Es verdad que las imágenes de los nuevos robots que circulan por internet son impresionantes. Los hay especializados en interacción humana, capaces incluso de entender el lenguaje corporal (¡y que además comparten en tiempo real con otros robots similares a ellos toda la información que aprenden!); robots con brazos mecánicos capaces de hacer tareas domésticas; robots sexuales y otros pensados directamente en funciones de combate y defensa.

Por otro lado, está claro que, si la tecnología ha llegado hasta aquí, seguirá avanzando. Es decir, que pronto veremos robots más grandes, más potentes, más rápidos y con más autonomía.

Encuentro Artrosis

Asimismo, por fuerza alguien acabará teniendo la idea, si es que no la ha tenido nadie ya, de fijar en su parte superior ametralladoras y enviarlos a masacrar a la población de algún país en guerra, de los cuales no andamos escasos últimamente.

Y, en ese caso, ¿quién podrá detenerlos?

Es por eso que cada vez más personas temen que la inteligencia artificial (IA), capaz ya de ir acumulando cada vez más conocimiento, acabe por superar a la del ser humano.

Y es que si los robots son capaces a su vez de fabricar nuevas máquinas inteligentes y deciden que el ser humano ha quedado “obsoleto” o resulta inútil, podrían acabar directamente con la humanidad sin que nosotros pudiésemos apenas reaccionar.

Ese es un escenario similar al que planteaba Bill Gates, y hay que reconocer que es bastante inquietante.

Sin embargo, yo estoy muy tranquilo.

Un tema que no me quita el sueño

¿Que por qué estoy tan tranquilo? Porque para que se diese esa situación sería necesario que las máquinas cambiasen su naturaleza por completo.

Una máquina, programada para hacer cualquier cosa, tendría que tener sentimientos, pasiones, ambiciones y ansias de poder, de dinero, de sexo, de justicia o de venganza, entre otros, para querer dominar el mundo.

En resumen: tendría que tener ganas de cambiar las cosas y de imponer su voluntad a los demás.

¿Puede imaginar algo parecido?

Sí, claro que puede, puesto que eso ya existe.

Eso es el ser humano. Ni más ni menos.

Por eso no debería costarnos imaginar que un nuevo ser, incluso uno creado por el propio hombre, termine siendo superior a él y lo someta, incluso lo aniquile, como nosotros hemos hecho con muchas otras especies animales.

Ahora bien, hay que tener claro que de la imaginación a la realidad hay un paso enorme.

No podemos afirmar que esto no sucederá nunca porque el futuro es y siempre ha sido en gran medida imprevisible. De hecho, muchas invenciones y descubrimientos que hoy existen eran simplemente inimaginables hace décadas.

Pero personalmente creo que la inteligencia humana es de tal magnitud que es imposible que el hombre pueda crear algún día una máquina que funcione mejor que él mismo, con un cuerpo más perfecto o un cerebro más perfecto que el suyo propio.

Y al parecer no soy el único que piensa de ese modo.

El recientemente fallecido Stephen Hawking, considerado uno de los científicos más brillantes de todos los tiempos, causó mucho revuelo en 2014 al declarar en una entrevista que él creía que “el desarrollo de una inteligencia artificial completa podría poner fin a la raza humana”. (3)

Mucha gente sigue acordándose hoy de aquello.

Sin embargo, yo creo que, si leemos bien esa frase, lo que quiso decir con ella es justo lo contrario: él habla de una inteligencia artificial (IA) COMPLETA; es decir, que subraya que para que la raza humana pueda verse amenazada, las máquinas tendrían que tener TODOS los atributos del cerebro humano (incluidas emociones, ambiciones, pasiones, etc.). Y, objetivamente, hoy por hoy no hay ninguna razón para pensar que eso pueda suceder algún día.

Del lado de la medicina, en cambio, creo que está claro que el análisis de imágenes, los datos biológicos, las interacciones medicamentosas y ciertas operaciones sí serán pronto confiadas a los robots. Sin embargo, esta “transferencia de competencias” tendrá lugar sólo si el nuevo sistema se demuestra más seguro y eficaz. Es decir, que en tanto que pacientes tenemos mucho que ganar, aunque sea una medida que genere controversia (y generará más si cabe).

¿Llegará a ser completamente inútil el ser humano?

Por todo lo ya expuesto, el temor a que los robots se conviertan en algo tan poderoso que el ser humano termine siendo un despojo inútil por su culpa me parece un poco exagerado.

Al fin y al cabo, como ya hemos visto todavía no existe -ni hay razones para pensar que pueda ser así en un futuro- una máquina que pueda superar el razonamiento de nuestro cerebro.

Ahora bien, eso no significa que estemos haciendo las cosas bien, o que nuestra relación con las máquinas sea la mejor posible. De hecho, en ese punto personalmente sí creo que hay mucho que mejorar.

Y es que cuando miro a mi alrededor sólo veo gente sumamente atareada día tras día, sin tregua (por mucho que estén rodeados de máquinas y robots creados teóricamente para facilitarles la vida).

Con algunos amigos, quedar tranquilamente para pasar un fin de semana o unos días de desconexión en el campo, por ejemplo, se ha convertido en algo demasiado complicado, prácticamente imposible.

Parece como si entre desplazamientos en coche, compras, tareas del hogar, compromisos, obligaciones, comidas… nadie pudiese dejar ni un solo minuto de su tiempo para lo que de verdad le apetece y le hace feliz.

Y todo ello, como digo, a pesar de tener la plancha, el aspirador y el robot de cocina “último modelo”; ésos que según la publicidad le iban a permitir “ahorrarse mucho tiempo para sus cosas”.

Mi pregunta es, entonces: ¿tiempo para QUÉ COSAS? ¿para más compras, compromisos, obligaciones, comidas… que en realidad no queremos?

Por eso ya no sé si continuar esperando a que mis amigos consigan hacerse con todos esos robots maravillosos que ayudan a hacer las tareas del hogar en menos tiempo, o darme ya por vencido…

¿Le da miedo lo que se avecina o es usted optimista con nuestro futuro? Me encantaría conocer su opinión y es por eso que le invito a dejar su comentario más abajo.

Fuentes:
  1. Martin Koppe. “Amputé des deux bras, il réussit à faire bouger ses deux prothèses par la pensée”. Gent Side. Dec. 2014.
  2. “Greffe de tête: un médecin italien se lance un défi fou, mais ‘réalisable’”. 20 minutes. March 2015.
  3. Rory Cellan-Jones. “Stephen Hawking warns artificial intelligence could end mankind”. BBC. Dec. 2014.


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