En el mundo de la botánica acaba de darse un paso sin precedentes. Y ha ocurrido en España. Concretamente, en el XX Congreso Internacional de Botánica que se ha celebrado en Madrid entre los días 21 y 27 de julio y que ha reunido a 3.000 científicos de todo el mundo. (1)
Este congreso se celebra cada seis años, bajo la supervisión de la Asociación Internacional de Sociedades Botánicas y Micológicas (IABMS). Y en sus cien años de historia se ha convertido en un foro de conocimiento sobre el mundo de las plantas y los hongos, realizando para ello conferencias, simposios, talleres…
Como le decíamos, en el último congreso se ha producido todo un hito de la mano del Código Madrid. Así es como han nombrado los científicos al conjunto de nuevas directrices que acaba de autorizarse y que tiene un objetivo muy claro: impedir que cualquier planta, alga u hongo descubierta sea nombrada con términos ofensivos o peyorativos.
De este modo, las nuevas especies que tengan que llevar el término caffra, lo que ocurre por ejemplo con las plantas Erythrina caffra o la Dovyalis caffra, ambas originarias del sudeste de África, pasarían a usar affra para referirse al continente del que proceden.
En principio, parece que solo es cuestión de eliminar la primera letra. Sin embargo, este “pequeño” cambio responde a motivos éticos, ya que la palabra caffra (que forma parte de la nomenclatura científica de más de 200 plantas) se usa como insulto para las personas de raza negra en África.
Por esta razón la comunidad científica ha pedido que, en cualquier especie botánica de origen africano que se descubra a partir de ahora, el término caffra se sustituya por affra.
Ahora bien, esta cuestión es más compleja de lo que parece. Incluso cuando existen muchos más ejemplos de nombres científicos cuestionables.
En la planta Hibbertia scandens, que puede ver en la imagen, la primera parte de su nombre científico se debe a George Herbert, afamado poeta inglés del siglo XVII, pero que también era comerciante de esclavos.
Hoy en día la esclavitud está completamente rechazada, pero en el pasado no era una práctica tan cuestionada. Y por esta razón los científicos que descubrieron esta planta quisieron homenajear a Herbert incluyendo su nombre en la nomenclatura científica.
Aunque tal vez los casos más llamativos los encontramos con la mariposa Hypopta Mussolini, nombrada así por el dictador italiano Benito Mussolini, o con el escarabajo Anophthalmus hitleri, en honor de Adolf Hitler.
Visto con ojos del siglo XXI, resulta hasta de mal gusto nombrar a plantas o insectos “en honor” a hombres que fueron responsables de la muerte de millones de personas. Y, precisamente por ello, la comunidad científica ha pedido ahora que se cambien todos esos nombres.
Pero lo cierto es que este cambio no es tan sencillo, ya que esa terminología forma parte de un sistema con más de 3 siglos de trayectoria. Se trata de la denominada taxonomía de Linneo (o taxonomía linneana), un sistema que creó Carlos Linneo para ayudar a los científicos. (2)
Este científico, naturalista, botánico, médico y zoólogo sueco desarrolló en 1735 una nomenclatura binominal para clasificar a todos los seres vivos usando dos términos. El primero, cuya letra inicial se escribe en mayúscula, indica el género al que pertenece la especie, mientras que el segundo, en minúscula, corresponde a su nombre específico.
Por ejemplo, con la popular manzanilla Chamaemelum indica el género al que pertenece esta planta, mientras que nobile (“notable” en latín) es el nombre específico que se le dio por sus propiedades terapéuticas.
Esta aportación de Carlos Linneo hizo que fuera reconocido como uno de los científicos más importantes de la Historia, pues gracias a él investigadores de todo el mundo podían usar una nomenclatura estable y consistente.
Además, este sistema era mucho más simple que el usado anteriormente, en el que los nombres de las especies eran muy largos y complicados. A menudo usando detalladas descripciones en latín que variaban de un científico a otro, lo que complicaba bastante las cosas.
En principio es el científico (o grupo de científicos) que ha descrito formalmente la nueva especie descubierta quien tiene el derecho de poner el nombre a esa especie, ya sea planta, animal, etc.
Sin embargo, existen organismos que regulan este proceso, como es el “Código Internacional de Nomenclatura Zoológica” en el caso de los animales o el “Código Internacional de Nomenclatura para Algas, Hongos y Plantas” para las nuevas plantas, algas y hongos.
Asimismo, se aplica una “revisión por pares”, por la cual el nombre propuesto debe ser revisado -y aceptado- por otros científicos antes de que se haga efectiva y pública la nomenclatura científica.
En resumen, aunque el científico que ha descubierto la especie tiene la responsabilidad inicial de nombrarla, ese nombre debe cumplir con las reglas establecidas.
Y, gracias al Código Madrid que acaba de ser aprobado, a partir de ahora el nombre científico no podrá contener palabras ofensivas.
Ahora bien, eso solo pasará con las nuevas especies descubiertas, ya que esta reforma no se aplicará de manera retrospectiva.
Por tanto, el escarabajo Anophthalmus hitleri seguirá teniendo el nombre de Hitler. Y lo mismo con todas las variedades de plantas cuyo nombre específico es caffra.
Dentro del apasionante mundo de las nomenclaturas, también existen especies cuyos nombres están inspirados en artistas. Es lo que sucede, por ejemplo, con la araña Bumba lennoni en honor al músico John Lennon, la mosca Scaptia beyonceae, que debe su nombre a la cantante Beyoncé, o la araña Filistata maguirei en honor a Tobey Maguire, el actor que dio vida al superhéroe Spiderman (el hombre araña) en la gran pantalla.
En ocasiones estos peculiares nombramientos se deben al interés musical o cinematográfico de los científicos que han descubierto la especie, aunque otras veces responden a una cuestión de parecidos razonables. Así ocurrió con la polilla Neopalpa donaldtrumpi, bautizada de este modo porque el científico que la describió le encontraba cierto parecido con el expresidente de Estados Unidos Donald Trump. (3)
Ahora bien, volviendo a los nombres que resultan más polémicos, ¿por qué no aplicar el cambio propuesto por el Código Madrid de manera retroactiva?
Según los científicos, se debe a una cuestión meramente práctica. Y es que supondría cambiar el nombre de más de 1 millón y medio de especies, y que a día de hoy utilizan científicos de todo el mundo para que todos sepan a qué se están refiriendo.
Por tanto, temen que podría tambalear un sistema que ha permanecido inmutable durante 300 años.
Un sistema que, todo sea dicho, sigue utilizándose a diario.
Así, aunque pueda parecer que a estas alturas del siglo XXI ya se ha descubierto todo lo que ofrece el mundo botánico, nada más lejos de la realidad.
Sin ir más lejos, en el mismo congreso celebrado en Madrid del que le hablábamos, se han anunciado ¡40 nuevas especies vegetales! Y sus nombres tampoco han dejado indiferentes.
Por ejemplo, la planta Carex quixotiana debe su nombre a Don Quijote de la Mancha por haberse descubierto en la región manchega. Y qué decir de la Ruta museocanariensis, una especie de la familia de los naranjos que se creía extinta, pero que ha sido redescubierta tras analizar varias momias del Museo Canario.
Por tanto, cualquier cambio que se realice en ese sistema de nomenclatura debe analizarse con cuidado, ya que puede afectar al trabajo de miles de científicos en todo el mundo.
Pero, ¿usted qué opina al respecto?
Le animo a dejar su opinión en la sección de Comentarios para iniciar un debate, que estoy seguro será de lo más interesante.
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