Desde el mismo momento en que nacemos, empezamos a morir.
Nuestra primera respiración inunda las células de oxígeno, y debido a su efecto, comienzan a oxidarse. Este hecho tan vital hace que con el paso del tiempo las células se debiliten y nosotros vayamos envejeciendo.
Esto es lo que se conoce como la “paradoja del oxígeno”: el mismo elemento indispensable para la vida es también responsable de la degeneración progresiva de nuestras células y de las alteraciones orgánicas y funcionales que en ellas se producen. (1)
Dicho de otra forma, el 95% del oxígeno que llega a las células del organismo es utilizado por las mismas para la respiración celular, pero el 5% restante se convierte en un elemento inestable y reactivo conocido como radical libre. (2)
Los radicales libres se generan naturalmente por el hecho de respirar, aunque también otros factores como el tabaco o un estilo de vida poco saludable contribuyen a su producción.
Estas partículas son átomos que cuentan con un electrón desparejado en su composición, y para intentar conseguir estabilidad, roban electrones a otros átomos que, a su vez, pasan a convertirse así en radicales libres. Esta reacción en cadena provoca la destrucción de las células, de manera que los radicales libres son uno de los principales responsables del envejecimiento prematuro y de la aparición de enfermedades degenerativas tales como arteriosclerosis, diabetes, cáncer, cataratas, patologías inflamatorias o alzhéimer. (3) (4) (5) (6) (7) (8)
Los radicales libres son elementos celulares “subversivos” que atacan el ADN de cada célula unas 10.000 veces al día. No obstante, tener una pequeña cantidad es totalmente normal y no supone ningún riesgo para la salud, ya que el organismo dispone de los medios necesarios para mantenerlos bajo control. El problema viene cuando esos pocos radicales libres generan otros nuevos y el número comienza a crecer hasta tal punto que nuestras defensas antioxidantes se ven superadas. Entramos entonces en un estado peligroso para la integridad de la célula que pone en riesgo su propia vida: el estrés oxidativo.
El exceso de radicales libres deriva en un desequilibrio respecto a las únicas sustancias capaces de contrarrestar su número: los antioxidantes.
Los antioxidantes forman, junto con el sistema inmunitario, las dos líneas de defensas naturales de nuestro organismo. Son sustancias activas entre las que se pueden encontrar enzimas, vitaminas, minerales, fitonutrientes y productos naturales. Su misión es la de donar desinteresadamente el electrón que necesita el radical libre para conseguir su ansiada estabilidad y así neutralizarlo, evitando que circulen libremente por el organismo y su perjudicial efecto sobre la salud.
Antioxidantes y radicales libres son pues fuerzas antagónicas en una eterna lucha de la cual depende la vida de la célula. Y cuando los radicales libres comienzan a ganar esa batalla, la insuficiencia de antioxidantes debe ser compensada, bien por el propio organismo o por ayuda exterior. Veamos cómo prepara nuestro cuerpo las líneas de defensa antioxidante contra los radicales libres.
Nuestro organismo dispone de de dos formas naturales de combatir el exceso de radicales libres y el estrés oxidativo que provocan:
Estas sustancias antioxidantes se encuentran principalmente en el mundo vegetal, por lo que la primera recomendación para combatir el exceso de radicales libres y sus nefastas consecuencias para la salud será aumentar el consumo de alimentos de origen vegetal en detrimento de los de origen animal.
Una vez más, la naturaleza nos ofrece todo el poder preventivo y curativo de las plantas con un propósito saludable: luchar contra el envejecimiento prematuro y contra las enfermedades degenerativas provocadas por el exceso de radicales libres. Son muchos los antioxidantes de origen vegetal presentes en los alimentos. (10) Entre ellos, destacan los siguientes:
Como podemos ver, los alimentos de origen vegetal nos ofrecen una amplia oferta de antioxidantes con excelentes propiedades. Sin embargo, su consumo suele ser bastante bajo y muchos de ellos ya no contienen las cantidades de vitaminas, minerales y fitonutrientes esperadas dada la deficiente calidad del suelo por la sobreexplotación.
Es entonces cuando los complementos nutricionales de acción antioxidante se convierten en un aliado esencial frente a la creciente amenaza de los radicales libres.
Realmente no hay una edad en concreto a partir de la cual deberíamos empezar a tomar complementos antioxidantes. Depende del grado de envejecimiento y los factores de riesgo (tabaquismo, estrés, tomar mucho el sol, vivir en zonas con alta polución…) a los que estemos expuestos. Aunque, por línea general, a partir de los 35 años casi todos deberíamos tomar algún suplemento.
La categoría de los antioxidantes es una de las que mayor oferta presenta en el mercado de los complementos. Esto hace que la elección de un producto en concreto sea aún más complicada.
Para facilitarnos dicha labor, es conveniente tener en cuenta una serie de factores:
Si usted está interesado en adquirir un antioxidante vegetal que cumpla con todas estas consideraciones, puede hacerlo ahora mismo en este enlace.
Fuentes
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