“He amado a las mujeres con locura, pero siempre he preferido mi libertad. Siempre que me encontraba con el peligro de sacrificarla, prefería escapar”. Así hablaba Giacomo Casanova, el gran rey de los seductores. Escritor, diplomático y agente secreto, entre otras ocupaciones, pero sobre todo conocido como aventurero, libertino y gran mujeriego… pese a que en ocasiones sufría impotencia sexual.
El célebre galán consiguió solucionar este problema y mantener así su reputación como el mayor seductor de todos los tiempos gracias a una planta que se convirtió en su “plan B” cuando se trataba de desplegar sus armas secretas ante las mujeres: el granado.
Déjeme contarle cómo ocurrió todo.
Una fría mañana de principios de verano, en Venecia, Giacomo Casanova se reunía con una joven. Pero a diferencia de todas las damas de las que gustaba acompañarse, en esta ocasión el objetivo de aquella misteriosa cita era otro muy distinto al de la conquista.
“Necesito tu ayuda, estoy desesperado”, dijo Giacomo antes de que la muchacha hubiera dicho una sola palabra.
Casanova le contó entonces que se había cruzado con una mujer de belleza extraordinaria a la que hubiera deseado cortejar, pero a la que tuvo que dejar marchar al encontrarse con un gran problema: un “ascenso demasiado breve”, que hubiera sido insuficiente para satisfacerla.
“No puedo arriesgarme a perderla sin ni siquiera haberla llegado a ganar”, sintetizó, preocupado.
“¡Así que sólo es eso! –respondió la mujer, riéndose-. Vete a la tienda en la que se venden plantas y se preparan pociones, y pide el elixir estrella. Deberás tomar una cucharadita en un poco de agua con pimienta por la mañana y por la noche y, en unos días, las noches serán más bellas que los días. Con la luna nueva tu ardor renacerá como antaño. ¡Que tu poder de seducción haga el resto!”
Siguiendo sus consejos, el preparado que le recomendó la joven hizo que la luna iluminase un nuevo idilio de Casanova. La aventura ciertamente no duró más que las anteriores (ni que las siguientes), pero sí tranquilizó al seductor sobre sus capacidades amatorias, en caso de que volviera a sufrir un percance similar.
Se trataba de un preparado a base de corteza de granado, un pequeño árbol frutal símbolo en muchas culturas de la fecundidad y cuyo fruto es la granada.
Del granado se utiliza la corteza, las raíz, los frutos, las flores y las ramas jóvenes, que contienen un gran número de sustancias bioactivas beneficiosas.
Más allá de la leyenda, las investigaciones han sacado a la luz sus propiedades nutricionales y medicinales, que incluyen que sea muy útil como aporte extraordinario de vitamina C y también de antioxidantes, polifenoles y ácido fólico. Tiene interesantes propiedades frente al colesterol, la tensión arterial, la arterioesclerosis, los problemas digestivos… y la libido (como bien pudo comprobar Casanova en sus aventuras en la ajetreada Italia de mediados del XVIII).
La granada comienza a considerarse una “superfruta” por todas sus propiedades, pero tenga la seguridad que el resto de la planta no le va a la zaga. Por eso en el nuevo número de Plantas & Bienestar nuestro colaborador el Dr. Labescat, médico fitoterapeuta, le propone un delicioso y sorprendente zumo, que deberá tomar a pequeños sorbos cada 15 minutos por las mañanas, que concentra todas sus propiedades. Muy recomendable.
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En este número de Plantas & Bienestar, muchas otras variedades de plantas vienen a nuestras páginas, como no podía ser de otra forma.
Mire por ejemplo esta fotografía:
A veces en medio del asfalto surge una pequeña flor.
Es un poco endeble, no huele demasiado e incluso parece una mala hierba. Y, sin embargo, ha sido capaz de romper el asfalto. No se ha colado por una brecha ni ha aprovechado una rendija, sino que ha sido capaz de romper la piedra.
En este caso se trata del pie de león, capaz de atravesar el asfalto. Pero también ocurre de vez en cuando con una flor mucho más delicada, el crisantelo (Chrysanthellum americanum). Siempre que veo algo así en caminos y carreteras pienso cómo es posible que una simple flor esconda dentro tanta fuerza.
El crisantelo guarda un secreto. Y es que igual que en su interior esconde el vigor y la firmeza capaces de romper el asfalto, también es una solución soberbia para limpiar las arterias y contra los cálculos biliares.
Efectivamente, el cristantelo es capaz de disolver los cálculos biliares no calcificados de un tamaño de hasta 3 mm de diámetro. Y en dosis más altas puede incluso deshacer los cálculos urinarios, salivares o lagrimales calcificados.
El origen de ese efecto “rompepiedras” del crisantelo (que le permite romper tanto el asfalto como las piedras del hígado o riñón), todavía no se conoce al 100%. Los investigadores aún están en ello. Se sospecha que puede deberse a una asociación poco común de flavonoides y saponósidos poco frecuente, y que ofrece un “poder rompepiedras” que no encontramos en ningún otro lugar del mundo vegetal.
Pero las virtudes del crisantelo no terminan aquí.
También estimula el hígado y la secreción de bilis, lo que permite limpiar la sangre y rejuvenecer los vasos sanguíneos. Por eso es aconsejable utilizarlo como tratamiento de fondo contra las arterias obstruidas.
Tiene una acción beneficiosa sobre todo el sistema vascular: es antiinflamatorio, fortalece las paredes capitales y combate la oxidación celular.
Y la cosa no queda ahí. También puede valerse de esta planta en caso de varices, hemorroides, cuperosis, problemas oculares de origen vascular, arteritis (inflamación de las arterias) e incluso la enfermedad de Raynaud.
Para conocer a fondo todas sus propiedades y usos, le recomiendo la lectura del nuevo ejemplar de Plantas & Bienestar, en el que entramos a fondo en esta pequeña maravilla.
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