Aunque el acné, afección caracterizada por la presencia de erupciones cutáneas (pústulas, pápulas, quistes…), se asocia más a los jóvenes, muchos adultos lo sufren durante toda su vida. Además, en las mujeres tiende a ser más persistente.
Ello se debe a que esa afección cutánea también puede ser consecuencia de una disbiosis (es decir, un desequilibrio de la microbiota intestinal debido a un sobrecrecimiento de ciertas bacterias patógenas). Y esta puede llevar aparejada una inflamación sistémica, lo que a su vez puede alterar el equilibrio cutáneo. Y precisamente por esto se están desarrollando nuevos tratamientos frente al acné centrados en la capacidad inmunomoduladora de la microbiota intestinal.
En concreto, se han desarrollado probióticos de aplicación tópica(1) que contienen sustancias antimicrobianas capaces de inhibir el crecimiento de la Cutibacterium acnes, principal bacteria relacionada con el acné. Además de eficaces, son tratamientos muy seguros y sin efectos adversos, especialmente si lo comparamos con la terapia farmacológica estándar (antibióticos, retinoides…), en ocasiones muy agresiva.
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