Un corazón en buen estado tiene la capacidad de modular la frecuencia de sus latidos en función de las necesidades del organismo. Al echar a correr, por ejemplo, el corazón se acelera para proporcionar a los músculos el oxígeno que éstos necesitan súbitamente.
Así, es fácil de entender que cuando el corazón no está en condiciones de adaptarse a esos esfuerzos, se corre el riesgo de padecer insuficiencia cardíaca. Pues bien: la comunidad científica coincide en que la exposición a las partículas finas de entornos contaminados reduce esa capacidad del corazón para adaptarse al esfuerzo.
Para reducir los nefastos efectos de la contaminación en el organismo, un equipo de investigadores(1) llevó a cabo un estudio en 500 personas de edad avanzada a las que suministraron flavonoides (los pigmentos antioxidantes que dan color a los vegetales).
Observaron así que los flavonoides permiten reducir el impacto de esas partículas finas sobre la variabilidad de la frecuencia cardíaca; es decir, que el corazón pueda seguir funcionando correctamente a pesar de la contaminación. Y en ese sentido los arándanos, el vino y el chocolate son excelentes fuentes de flavonoides.
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