El uso de sanguijuelas en Medicina, lejos de ser una práctica arcaica, sigue interesando en algunos casos de cirugía reconstructiva. Y es que estos «vampiros» favorecen la circulación sanguínea en zonas donde los vasos sanguíneos están dañados, además de que previenen el riesgo de coágulos tras una amputación.
Dentro de la medicina natural podemos encontrarnos con terapias que a veces parecen sacadas de una película de terror. Es el caso de la hirudoterapia, práctica que utiliza sanguijuelas para tratar una amplia variedad de dolencias.
Lo cierto es que esta técnica, en la que cobran protagonismo esos pequeños “vampiros” de la Naturaleza, se ha utilizado durante siglos. Pero en los últimos años ha experimentado un renovado interés.
La hirudoterapia recibe su nombre de “hirudo”, la palabra latina para “sanguijuela”.
También existen especies depredadoras, pero la mayoría de sanguijuelas son hematófagas y se alimentan de la sangre de aves, peces, anfibios o reptiles. Para ello se adhieren a su huésped mediante ventosas y mandíbulas, tras lo que succionan la sangre.
Además, pueden permanecer mucho tiempo sin alimentarse, ya que su cuerpo les permite almacenar grandes cantidades de sangre.
Visto así no parece un animal muy agradable, pero lo cierto es que durante siglos el interés por las sanguijuelas ha ido más allá. De hecho, los primeros casos de hirudoterapia se remontan a los imperios de Egipto y Mesopotamia, hace 2.500 años.
Este uso de las sanguijuelas con fines medicinales se popularizó en la Antigua Grecia, gracias a la Teoría de los humores de Hipócrates, el considerado padre de la medicina occidental.
Él creía que el desequilibrio de los conocidos como “humores” del cuerpo (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) era el origen de numerosas enfermedades, por lo que las sanguijuelas podían “purificar la mala sangre” chupando la sangre de la persona, y de este modo restaurar el equilibrio.
Fue durante la Edad Media cuando más se extendió su práctica, dentro del tratamiento denominado “sangría”. El uso de las sanguijuelas era tan habitual que no había médico o boticario que no tuviera su propio frasco de sanguijuelas. También se realizaban incisiones o cortes para extraer la sangre directamente del paciente.
Tras esa época la hirudoterapia cayó en desuso, aunque algunos cirujanos del siglo XIX mostraron un renovado interés. Fue el caso de François Broussais, apodado como “el vampiro de la medicina”.
Y es que este médico no dudaba en usar las sanguijuelas para tratar una gran variedad de afecciones. Desde dolores de cabeza hasta abscesos dentales, fiebre amarilla e incluso… ¡ninfomanía!
Puede sorprender de entrada, pero la hirudoterapia también se practica en hospitales de todo el mundo en la actualidad. Sobre todo, en el campo de la cirugía reconstructiva.
Y es que permite descongestionar una herida especialmente delicada (es decir, reducir la acumulación de fluidos, inflamación o hinchazón en la zona afectada) y vascularizar un tejido injertado. De este modo se evita la necrosis de ese tejido o, en el peor de los casos, su amputación.
Pero, ¿qué hace que estos invertebrados sean tan beneficiosos?
La respuesta se encuentra en su “saliva”, una secreción que liberan cuando se adhieren a la piel y que contiene numerosos compuestos bioactivos.
Hasta la fecha se han identificado 115 proteínas, muchas de las cuales ofrecen propiedades terapéuticas:
Todo ello la convierte en una “saliva” de triple acción, anticoagulante, antiinflamatoria y antibacteriana. Estas propiedades ayudan a reducir la inflamación y mejoran la circulación sanguínea, lo que también alivia el dolor y la congestión.
Y hacen que las sanguijuelas sean especialmente útiles para tratar:
Como ve, sirven para tratar más afecciones de las que uno imaginaría.
Es gracias a estos beneficios que la hirudoterapia cada vez está más aceptada dentro de una medicina integrativa y complementaria. Incluso hay países donde está cubierta por algunos seguros, como Suiza y Alemania.
En cualquier caso, las sanguijuelas empleadas con este objetivo no son más gruesas que un gusano y su mordedura, necesaria para que absorban la sangre, no duele más que la “picadura” de una ortiga.
Además, pertenecen a una especie muy concreta, la conocida como “sanguijuela medicinal” (Hirudo medicinalis), originaria de Europa. Es la misma que se ha empleado para la sangría clínica durante cientos de años.
Eso sí, la hirudoterapia está contraindicada en caso de hemofilia (entre otros problemas de coagulación), debido a la acción anticoagulante de la saliva de las sanguijuelas. (5)
Y tampoco se recomienda en caso de anemia, hipotensión o sepsis, así como durante el embarazo o la lactancia en el caso de las mujeres.
1. Pedro Alejandro Lomelí-Mejía, René Domínguez-Rubio et al.: “Diseño de una sanguijuela electrónica”. Laboratorio de Biomecánica, Servicio de Cirugía de Mano y Microcirugía. Instituto Nacional de Rehabilitación.
2. Pourrahimi, M., Abdi, M., & Ghods, R. “Complications of leech therapy”. Avicenna Journal of Phytomedicine. 2020.
3. Whitaker, I., Oboumarzouk, O. et al.: “The efficacy of medicinal leeches in plastic and reconstructive surgery: A systematic review of 277 reported clinical cases”. Microsurgery. 2012.
4. Lemke, S., & Vilcinskas, A. “European Medicinal Leeches -New Roles in Modern Medicine”. Biomedicines. 2020.
5. Mumcuoglu, Kosta Y., “Recommendations for the Use of Leeches in Reconstructive Plastic Surgery”. Evidence-Based Complementary and Alternative Medicine. 2014.
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