El mundo parece, una vez más, dividido. Hace ya casi una semana que la mascarilla ha dejado de ser obligatoria en la mayoría de espacios interiores, pero muchas personas se niegan a quitársela debido a lo que se conoce como “síndrome de la cara vacía”. Lo analizamos a fondo.
En muchos casos el motivo principal es el miedo al contagio, pero en muchos otros esto se debe a una inseguridad y un pudor que nada tienen que ver con el coronavirus.
Y es que en los últimos dos años la mascarilla se ha convertido en un refugio tras el que muchos se han sentido cómodos.
Nos ha obligado a reforzar las sonrisas, para que pudiesen leerse en nuestra mirada. Y también nos ha hecho aprender a interpretar nuevos gestos y signos más allá de la expresión facial.
Pero en realidad muchos han agradecido en algún momento esa máscara que ocultaba una mueca de disgusto, de sorpresa e incluso alguna que otra sonrisa a destiempo.
Incluso ha protegido del frío en algún que otro paseo.
El problema se pone de manifiesto precisamente ahora, cuando es posible prescindir de la mascarilla la mayor parte del tiempo y, sin embargo, mucha gente decide seguir usándola no solo en interiores, sino también en exteriores.
Por supuesto, es una decisión más que respetable y no voy a ser yo quien trate de hacer cambiar de idea a nadie.
No obstante, me parece interesante recuperar una reflexión al respecto que hizo el filósofo catalán Jordi Pigem, autor del libro Pandemia y posverdad, en una entrevista publicada en Salud AlterNatura hace apenas un par de meses.
La mascarilla, de acuerdo con este experto, ha sido una de las imposiciones de la pandemia que más va contra nuestra propia Naturaleza.
El que se nos haya impedido ver los rostros de los demás y respirar de manera natural durante tanto tiempo -incluso caminando solos por la calle- ha coartado nuestra conexión con quienes nos rodean y con el ambiente.
Y todo ello ha generado, “más allá de la pandemia física, una epidemia de miedo y alienación”, explicaba Pigem.
Muchas personas se han encerrado tanto en su “caparazón” que hoy, cuando ya no es obligatorio -y tampoco necesario en muchos casos- utilizar mascarillas, las siguen usando a todas horas, creyendo férreamente que de ese modo se protegen de algo.
¡Algunas personas incluso van conduciendo solas, con las ventanillas bajadas, y con la máscara puesta!
Cada vez más expertos denominan “síndrome de la cara vacía” a la sensación de desprotección que puede sentir alguien que se quita la mascarilla en público.
Como ya hemos comentado, esto puede darse por miedo a la Covid-19, pero también por simple inseguridad.
De hecho, en mi opinión no es algo que deba entrar en la categoría de “síndrome” o que requiera atención especializada (desde luego ese “síndrome de la cara vacía” no lo es tal en la mayoría de los casos).
Puede ser, más bien, una sensación de incomodidad y malestar lógica ante la que solo hay que darse algo de tiempo, tal y como defiende la psicóloga general sanitaria Lorena Lillo.
Quitarse la mascarilla después de dos años supone el mismo shock que en su día lo fue ponérsela.
Y es que es obvio que, más allá de una barrera sanitaria, también se ha convertido en una barrera de seguridad emocional, que protege frente al escrutinio ajeno.
Precisamente por ello no hay que presionar a nadie para que se la quite de inmediato. Pero tampoco tratarlo como un enfermo ni ridiculizarlo.
“Más pronto que tarde nos acostumbraremos a estar sin ella, al igual que nos acostumbramos a ponérnosla. Solo hay que dar tiempo al tiempo”, enfatiza esta experta.
Eso sí, lo mejor es ir ganando espacios de seguridad poco a poco, casi día a día, y trabajando las emociones al hacerlo.
Y por supuesto no descarte utilizar herramientas para la gestión del miedo y la ansiedad, como por ejemplo las técnicas de relajación, la coherencia cardíaca, el mindfulness…
Si necesita ayuda externa, además, no dude en recurrir a un profesional de la psicoterapia, la hipnosis, etc. Hay múltiples vías que pueden ayudarle a “desconectar” el miedo y la ansiedad, los cuales tienen unos nefastos efectos sobre la salud (aquí tiene más información al respecto).
Y usted, ¿ha dejado de utilizar la mascarilla en los espacios interiores? ¿Se siente seguro haciéndolo? ¿Le ha costado dar el paso? Le animo a que deje un comentario más abajo contando su experiencia.
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La he utilizado cuando no me ha quedado más remedio, como en el transporte público, así que no me cuesta desapegarme de ella ya que nunca la tuve apego. Ya era hora de poder dejar de utilizar el trapito.
Trabajo en centro escolar y sigo manteniendo la mascarilla en interiores. Creo que las mascarillas son lo que nos protege de los virus.
No, no. Qué va. Me siento otra vez libre, yo misma… estoy feliz de no llevarla. Al contrario, me siento otra vez más segura de mí misma.
Me siento libre, nunca estuve a favor de respirar bajo la mascarilla.
Ahora ya no me siento observada por no llevarla clavada a las orejas.
Vamos, ahora ya por fin SOY YO.
Eso sí, respeto al que quiera seguir usándola.
A mí se me ha pasado el cabreo de tener que ponerme el bozal cuando alguien podía verme. Nunca creí en ella y, cuando en una calle pasaba cerca de mí un autobús o camión, dejando su contaminación de partículas bien gruesas, y las olía como siempre, más me cabreaba por estar pastoreados por una manada de descerebrados.
Desde el inicio de la falsa pandemia -sí falsa, pues nunca se pudo aislar el supuesto virus-, nunca entendí a los memos que propusieron el uso de las mascarillas, pues los poros de todas ellas son mucho mas grandes que el tamaño de los virus, por lo que apenas nos protegen de ellos.
Por otra parte, los rayos solares son muy efectivos destruyendo virus, por lo que ha sido un deslate obligar llevarla en el exterior. Recuerdo que hasta en la playa se demarcaban el espacio. Algo totalmente absurdo.
Cada vez que me cruzo con alguien que la lleva puesta pienso… otro ignorante más que no sabe nada sobre virus.
Es cuestión de respetar quien la quiera llevar y a quien no, así como a quienes quieran creer que sí existe este virus -bueno, y muchos más- y a quienes no quieran creer nada. Pensar que uno tiene la verdad absoluta y que todos lo demás son unos ignorantes es una acto de soberbia.
Me he quitado la mascarilla en cuanto ha sido posible. Solo la he llevado porque era obligatorio y porque sé que mucha gente tenía pánico. Espero que no vuelvan a obligar a llevarla.
Me alegré cuando dejó de ser una obligación, aunque la tengo que seguir usando en el transporte público y algunos establecimientos que así lo disponen. Nunca estuve de acuerdo con lo de las mascarillas; esperemos que pronto las dejemos de usar.
Ya era hora. Estaba de mascarilla hasta arriba.
La estupidez humana no tiene límites y el aborregamiento tampoco cuando se trata del miedo que nos inculcan. Las mascarillas no solo no sirven para nada, sino que son nocivas para la salud y los resultados se están haciendo notables ya. Yo prefiero llamarlas MORDAZAS por su gran significado global. Muchas gracias por su inteligente escrito.
Bon dia a tothom, mai he estat d’acord i és més a vegades haver de recolzar cap a casa a buscar-la com veia d’altres persones amb ella col·locada, però si algú s’hi a fixat tenia una repercussió positiva la gent com et parla va amb la mascareta posada (no tothom) però si bastant mes del que és habitual, et miraven als ulls COSA QUE POCS PERSONES FAN.
En fi, ara queda demostrat que ELS MISSATGES SUBLIMINALS DELS INFORMATIUS I METGES, GOVERNS ETC LA PERQUÈ HAN CREAT. EL PODER DELS MANTRES ( LLASTIMA QUE HA SIGUT UN MANTRA NEGATIU.. PERÓ A LA MILLOR EN ALGÚ LI HA DONAT QUE PENSAR…. DE VEGADES HI HAN PERSONES QUE HA DE TOCAR FONS PER DESPERTAR. – Lluys
Buenos días a todos, nunca he estado de acuerdo y es más, a veces tenía que volver a casa a buscarla cuando veía a otras personas con ella colocada. Pero si alguien se ha fijado, tuvo una repercusión positiva. La gente cuando te hablaba con la mascarilla puesta (no todo el mundo, pero sí bastante mas de lo habitual) te miraban a los ojos… COSA QUE POCAS PERSONAS HACEN.
En fin, ahora queda demostrado que LOS MENSAJES SUBLIMINALES DE LOS INFORMATIVOS Y MÉDICOS, GOBIERNOS, ETC., EL MIEDO QUE HAN CREADO.
EL PODER DE LOS MANTRAS (LÁSTIMA QUE HA SIDO UN MANTRA NEGATIVO… PERO A LA MEJOR EN ALGUIEN LE HA DADO QUE PENSAR…). A VECES ALGUNAS PERSONAS DEBEN TOCAR FONDO PARA DESPERTAR.
Lluys
En exteriores he intentado evitar usar la mascarilla, y la verdad es que no me cuesta nada el no usarla. No deja de sorprenderme cuando veo a alguien conduciendo solo/a con la mascarilla puesta. ¿?¿?¿?
Cada uno a su ritmo, aunque no veo mal que en interior la siga usando todo aquel que sienta que le ayuda o protege.
Estaba deseando volver a respirar con normalidad. He odiado esta medida tan drástica e ilegal, desde mi punto de vista. La mascarilla ha servido solo para debilitar nuestra inmunidad. Espero no volver a pasar por esta miserable obligación.
No me voy a quitar la mascarilla en espacios cerrados. Gran parte de mi familia y amigos han cogido el Covid recientemente, cuando ya no era obligatorio llevarla.
Respeto todas las decisiones.
Mi libertad no depende de una mascarilla. Es mucho más que eso.