En pleno pico de infecciones respiratorias, sonarse la nariz es una acción que estamos viendo por doquier. Tal vez usted mismo lo esté haciendo con frecuencia.
Es algo habitual en caso de resfriado, alergia… Y es una acción a la que no le damos mucha importancia, ya que lo primordial es que podamos sentirnos mejor.
Sin embargo, puede conllevar ciertos riesgos si no se realiza de manera adecuada. Y, ojo, porque no solo importa cómo se haga, sino también los materiales que se usen para ello.
A la hora de sonarse la nariz, lo primero es hacerlo sin excesiva fuerza para no ejercer una presión intranasal que pueda dañar esa parte de nuestra anatomía, bastante delicada. (1)
Para que se haga una idea, cuando estornudamos se ejerce una presión intranasal de unos 100-150 mmHg (milímetros de mercurio), lo que permite expulsar las partículas irritantes que pueda haber en nariz y boca.
Sin embargo, si lo que queremos es sonarnos la nariz (un gesto voluntario, a diferencia de los estornudos, que es un acto reflejo), basta con ejercer una presión de entre 40-60 mmHg para expulsar las secreciones.
Si se ejerce más fuerza, hay riesgo de que la mucosidad vaya hacia los senos paranasales e incluso hacia la trompa de Eustaquio (zona que conecta el oído medio con la garganta). Y esto puede conllevar:
Y en los casos más graves, si ejercemos una presión desproporcionada, de en torno a 200mmHg, podemos sufrir:
Estos últimos son los casos más graves. Por supuesto, no significa que cada vez que se suene la nariz exista el riesgo de sufrir perforaciones o incluso fracturas.
Pero permiten comprender que esta acción es menos baladí de lo que uno imaginaría.
Por todo lo indicado, es recomendable sonarse la nariz de manera suave. Expulsando las secreciones con un leve soplido en cada fosa nasal por separado. Es decir, sonarse primero una fosa nasal, manteniendo la otra ligeramente cerrada para evitar picos altos de presión.
Pero si esto no es suficiente y la obstrucción persiste, es mejor usar soluciones salinas. Así ayudará a diluir el moco y que este sea expulsado con mayor facilidad, sin necesidad de ejercer una mayor fuerza al sonarse y evitando posibles complicaciones.
En este sentido, una buena ayuda son los irrigadores nasales. Se trata de dispositivos, como el que puede ver en la imagen, que ayudan a introducir esa solución salina en la nariz.
De este modo se consigue limpiar la cavidad nasal en profundidad y, lo que es mejor, evitando que al sonarse la nariz ejerzamos una presión excesiva.
Pero también ayudan a prevenir posibles complicaciones, como infecciones bacterianas. Y por ello se recomienda utilizar irrigadores de manera habitual. No solo en caso de congestión.
Otro método eficaz consiste en inhalar vapor, que ayuda a diluir el moco. Y de manera preventiva también puede usar humidificadores para mantener despejadas las vías respiratorias.
Asimismo, una buena hidratación, bebiendo al menos dos litros de agua al día, es clave. Tanto en caso de obstrucción nasal, para ayudar a expulsar el moco, como para prevenir su acumulación.
Por último, los pañuelos son un compañero indispensable a la hora de sonarse la nariz.
Los habituales son los desechables de celulosa, que hay de todo tipo:
Pero hay muchas personas que prefieren los clásicos pañuelos de tela.
Sin embargo, estos suelen ser menos higiénicos al tener una menor capacidad de absorción y, sobre todo, porque hay más probabilidades de que se acumulen las bacterias si no se lavan adecuadamente y con frecuencia.
Por último, recuerde que factores ambientales como el aire seco o la contaminación pueden empeorar la congestión, por lo que conviene tomar medidas preventivas. Por ejemplo, limpiar regularmente el ambiente y usar humidificadores.
Tenga en cuenta estos consejos para un mejor cuidado de su nariz, que ahora tanto está sufriendo.
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