¿Cómo suele desplazarse en su día a día? Ya sea para ir al trabajo o a los lugares que forman parte de su rutina diaria.
¿Prefiere ir en transporte público o se siente más cómodo yendo en coche? ¿O tal vez sea de los afortunados que pueden ir andando a todas partes?
Dependiendo de cómo lo haga, debe saber que tiene ciertos efectos sobre la salud, ya sea para bien o para mal. Y por ello le pedimos que responda ahora con sinceridad y, cuando termine de leer este texto, se replantee si le gustaría cambiar.
Hace poco se realizó en la Universidad de Glasgow uno de los estudios más amplios centrados en el efecto de los distintos medios de transporte sobre la salud. (1)
Contó con el historial médico de más de 82.000 escoceses, a los que se dividió en distintos grupos dependiendo de cómo se movían por la ciudad: andando, en bicicleta, en coche o en transporte público. Y durante 18 años se les realizó un seguimiento, analizando su estado de salud.
Pues bien, los resultados fueron muy significativos.
De entrada, se relacionó a los usuarios de coche privado con un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares o cáncer, de ser hospitalizados por cualquier causa e incluso de muerte prematura. Y también de recibir en el futuro algún tratamiento farmacológico para hacer frente a problemas de salud mental.
No hace falta un análisis muy sesudo para entender estas asociaciones, ya que el coche implica un mayor sedentarismo, pues permite que vayamos al lugar deseado sin apenas andar, prácticamente desde la puerta de casa. Y a ello se añade que, en la conducción, cuando es para moverse por la ciudad, suelen ser habituales los atascos, lo que implica un mayor estrés.
¡Y ojo porque también conlleva una mayor agresividad! No son pocos los conductores que, cuando se ponen tras el volante, se transforman en seres furiosos.
Esto también ha sido analizado por estudios que han concluido que los automóviles son como espacios antisociales, en tanto que nos aíslan del resto de personas. Y con ello, en cierto modo, nos volvemos menos humanos porque el ser humano es un ser social por naturaleza. (2)
Todos estos efectos resultan aún más trágicos si pensamos que el número de conductores no deja de aumentar en detrimento del de peatones. Según el Instituto Nacional de Estadística, en los últimos 10 años ha aumentado un 10% el número de coches por habitante en España. Y el 61% de estos acaba involucrado en atascos diarios, con sus nefastos efectos para la salud mental de los conductores. (3)
Los autobuses también forman parte de los atascos. Y, en el caso del metro o del ferrocarril, puede haber retrasos o incluso cancelaciones por algún fallo técnico, lo que también conlleva estrés.
Efectivamente, por estas razones los usuarios del transporte público (el 12,5% de los participantes del estudio escocés) están por debajo de los conductores en cuanto a peor relación transporte-salud.
Pero quitando esos factores estresantes, este medio de transporte sí que ofrece beneficios en comparación con el coche. Por ejemplo, implica caminar más, pues difícilmente se dará la casualidad de que tanto la parada de salida como la de llegada estén justo al lado de nuestra casa y lugar de destino.
Además, el transporte público contribuye a una mayor desconexión. Pero también puede ofrecer tiempo de calidad para pensar, hacer cosas que nos gusten y, en definitiva, estar en contacto con uno mismo. ¡Podemos incluso aprender idiomas de camino al trabajo, a una cena con los amigos, etc.!
Y en el caso de que vaya en autobús o tren, también puede simplemente disfrutar del paisaje. Nada más sencillo para centrarse en el momento presente y dejar atrás la ansiedad.
Numerosos estudios han confirmado que el transporte activo, ya sea en bicicleta o caminando, ofrece beneficios físicos al prevenir el sedentarismo y todos sus problemas asociados: sobrepeso, obesidad, mayor riesgo de trastornos metabólicos y cardíacos…
Pero sus beneficios sobre el estado de ánimo tampoco se quedan atrás. Uno de los estudios más completos realizados a este respecto concluyó que mejora el estado de ánimo y reduce el estrés en general. (4)
Y volviendo al estudio con el que arrancábamos este texto, sus responsables señalaron que tanto ciclistas como peatones tienen menos riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares o cáncer, de ser hospitalizados por cualquier causa y de muerte prematura. Todo ello porque se mueven más, que no deja de ser la principal medida preventiva frente a todas estas enfermedades.
Pero también tienen menos riesgo de sufrir problemas de salud mental, gracias a que mantenerse activo tiene un impacto muy positivo sobre el bienestar y el estado de ánimo.
En definitiva, todo lo contrario a lo que hemos visto con los conductores.
Por desgracia, pese a todos estos beneficios, se estima que la mitad de los europeos no realizan ningún tipo de ejercicio físico en su día a día. Y, cuando se les pregunta por qué, la respuesta más repetida (41% de los casos) es la falta de tiempo. (5)
Evidentemente, si estamos ocho horas trabajando sin parar y acabamos agotados, no a todo el mundo le apetece ir después al gimnasio o montar en bici. Sobre todo, si no se ha cogido el hábito.
Ahora bien, está demostrado que cuando esa bicicleta se utiliza como medio de transporte, la adherencia y permanencia a la actividad física se disparan.
Por último, en el caso de que forme parte del 17,1% de personas (datos del estudio escocés) que tiene la fortuna de poder ir a su lugar de destino (trabajo, asociación, club…) andando, solo podemos darle nuestra más sincera enhorabuena. Porque no hay mejor manera de mantenerse activo y dejar atrás el sedentarismo. Sobre todo, si en su caminar puede pasar por zonas verdes.
De hecho, si no es su caso, le animamos a dar un pequeño rodeo para pasar por algún parque o jardín de camino a su destino. Este contacto con la Naturaleza, por breve que sea, hará maravillas por su salud y le ayudará a alejar el posible estrés de la jornada.
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