Aunque sorprenda, hoy por hoy millones de europeos padecen déficit de yodo, un micromineral esencial para el organismo.
Esto se debe sobre todo al encarecimiento del pescado y el marisco salvajes, en comparación con los de piscifactoría, y al declive de la sal enriquecida en yodo.
Y es que una cosa es que en general haya que limitar el consumo de sal y otra muy distinta que sea mejor que la sal que consumimos tenga un alto contenido en yodo.
En este sentido, a fuerza de denunciar los riesgos que implica un exceso de sal (que en ningún caso ponemos aquí en duda) pero sin atender al contenido en yodo de ésta, se ha hecho reaparecer una enfermedad que en nuestros días se consideraba totalmente enterrada: la carencia de este micromineral, antiguamente denominada “cretinismo” (un término hoy en desuso).
Fatiga, un aumento de peso inexplicable, caída del cabello, la piel seca y escamada, sentir más frío de lo normal (y especialmente en las primeras horas del día)… todos ellos son síntomas que pueden estar indicando una carencia de yodo.
Es posible que se haya dado cuenta de que son los mismos síntomas que los del hipotiroidismo (es decir, insuficiente producción de hormonas tiroideas por parte de la glándula tiroides). Pero es que ambos problemas se encuentran muy relacionados, dado que el yodo es indispensable para la fabricación de las hormonas tiroideas (T3 ó triyodotironina y T4 ó tetrayodotironina).
Sin yodo, la glándula tiroides empieza a crecer anormalmente y, en los casos más extremos, termina provocando bocio; es decir, una inflamación en forma de bola en el cuello que puede crecer hasta el punto de provocar deformidad.
En realidad, el déficit de yodo no es otra cosa que un hipotiroidismo endémico.
La falta de yodo disminuye nuestros niveles de energía y ralentiza nuestro metabolismo basal, pero también puede provocar problemas en el desarrollo y la capacidad intelectual.
Como ha visto, en otro tiempo a la enfermedad se la denominaba “cretinismo”, un nombre con origen en la palabra “cretino”, con la que se conocía a las personas que presentaban este tipo de problemas.
Pero existen asimismo expresiones que hacen referencia a la ubicación en la que solía darse esta enfermedad -es decir, las montañas y zonas de interior-, como es el caso de “cretino de los Alpes”.
Esto sucede porque antaño en una zona montañosa como los Alpes no había acceso a la sal, al pescado o al marisco, por lo que sus habitantes padecían carencia de yodo a menudo y los problemas de ese tipo eran algo muy frecuente.
Los síntomas son observables incluso en fetos, ya que las hormonas tiroideas controlan el crecimiento y la reparación celular y ayudan a producir energía.
Incluso a finales del siglo XIX el bocio era un problema relativamente frecuente. Diversos estudios sobre los escolares suizos demostraron que, dependiendo del lugar en el que vivían, entre un 20 y un 100% de ellos se veían afectados por esta carencia. (1)
No fue hasta la década de 1920 cuando se supo que aquella enfermedad podía ser combatida utilizando simplemente sal enriquecida en yodo (sal yodada).
Gracias a aquel hallazgo, el problema desapareció inmediatamente.
Sin embargo, en la actualidad en algunas zonas de Europa -especialmente las más alejadas de la costa- el bajo consumo de pescado, marisco, algas y sal yodada ha hecho reaparecer el problema.
Y, aunque por supuesto las cifras no son tan alarmantes como entonces, hay motivos más que de sobra para preocuparse:
Diversos estudios realizados en nuestro país entre 1995 y 2004 demostraron que más del 50% de las embarazadas sufrían déficit de yodo, lo que llevó al Ministerio de Sanidad a autorizar en 2005 la comercialización de suplementos de yoduro potásico (SIK). (2) (3) (4)
Y problemas similares se suceden en países como Suiza, Alemania, Reino Unido y Francia.
Una mujer de cada dos tiene falta de yodo en el país helvético, mientras que en Alemania se estima que el coste anual de este problema para el sistema de salud es de mil millones de euros. (1) (5)
Por su parte, un estudio ha demostrado que una simple suplementación con yodo permitiría ahorrarse 5.800 euros por cada mujer embarazada en Reino Unido. (6)
Y en Francia se ha calculado que entre las mujeres embarazadas los aportes medios de yodo son inferiores a la mitad de lo recomendado. (7)
Entonces, ¿qué es lo que hay que hacer para combatir el problema?
Pues lo primero es saber cómo diagnosticarlo correctamente.
Hay 9 señales con las que su cuerpo podría estar indicándole que le falta yodo. Son las siguientes:
El yodo es naturalmente abundante en el agua de mar, y por ello el pescado y el marisco (los salvajes, no de piscifactoría), las algas y la sal marina son muy ricos en él.
Es decir, que su consumo regular protege de una posible carencia de este elemento básico.
Por el contrario, el yodo es muy escaso -podría decirse que casi inexistente- fuera de ese contexto. Y eso es lo que explica que un tercio de la población mundial sufra carencia de él: una gran parte de ella vive lejos del mar. (8)
Si usted es de los que sólo en raras ocasiones come pescado o marisco, es importante que consuma sal yodada regularmente (aunque lo haga con moderación) para garantizar los aportes necesarios de yodo.
Los aportes recomendados son de entre 100 y 150 mcg al día para adolescentes y adultos, y de 100 mcg en el caso de los niños.
Media cucharada al día (3 g) podría bastar para evitar una carencia, ya que el yodo de la sal no se absorbe más que en un 47%. (9)
En caso de déficit constatado en análisis de sangre (es decir, cuando se arroja una tasa de menos de 10 mcg/dl de sangre) podría ser necesaria la toma de un complemento de yoduro de potasio o de un complemento nutricional o vitamínico que contenga yodo.
Un correcto aporte de esta sustancia es clave para el equilibrio de la salud, siendo incluso una obligación vigilar que los menores posean las cantidades correctas de este mineral esencial para el correcto desarrollo del cerebro y el sistema nervioso.
Hasta tal punto es así que se encuentra recogido como derecho universal en la Convención de los Derechos del Niño de 1989, promulgada por las Naciones Unidas (ONU). Dice así:
“Todo niño tiene el derecho a un aporte de yodo adecuado, que asegure su correcto desarrollo, como toda madre tiene asimismo el derecho a un aporte de yodo correcto, que asegure que su futuro hijo tendrá un desarrollo mental normal”.
Sé que puede que apenas haya oído hablar de la importancia de esto, por lo que parece que estoy exagerando. Pero, créame: eso no significa que el yodo no sea una sustancia indispensable y esencial (el cuerpo humano no lo fabrica) para su salud que debe comenzar a vigilar ¡hoy mismo!
Fuentes:
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El artículo de la importancia del yodo en la alimentación me pareció oportuno e interesante, las consecuencias de su deficiencia es un serio problema para la persona que lo sufre, la familia y la sociedad. A veces por ignorancia la salud se afecta de forma irreversible. Agradezco mucho las informaciones contenidas en esta entrega.
Necesito estar bien.
Con sus consejos